Desde tiempos inmemoriales el ser humano lucha diariamente para vencer a la pachorra, al mal tiempo, al frío, a las ganas de mirar una peli, o al querer quedarse con un amigo o amiga tomando mate. Sabemos que entrenar es bueno para la salud, para levantar el ánimo, para la circulación, para incluso mejorar el reflejo del espejo cuando así lo dispongamos. Pero, ¡qué difícil es ir a entrenar a veces!

El mundo amateur tiene distintas relaciones con el deporte. El día a día, y sus obligaciones, hacen que no sea sencillo poder sostener una constancia de entrenamiento. El trabajo, dependiendo como sea el mismo, conlleva cansancio físico y mental. Los viajes para ir y volver. La familia. La casa, limpiar, ordenar, que no sea todo un caos. Las compras, que no esté la heladera vacía. ¡Me olvidé el jabón líquido para lavar la ropa! Que llegue la noche y tratar de descansar lo mejor posible. Y si se puede, tener algo de vida social en algún momento. En mayor o menor medida estos ítems están presentes en la vida adulta de hoy en día. Somos personas que entrenamos muchas veces al límite de nuestra energía física. Quizás nos queda un poco más, pero pensar en todo lo que tenemos que hacer al día siguiente, ya nos hace frenar.

Antes de seguir, y como contexto, describo al ser humano que está detrás del teclado escribiendo esto un sábado por la mañana, con cansancio aún post entrenamiento del viernes a la tarde noche. Trabajador de lunes a sábado, en horarios diversos, un poco como empleado y otro poco como independiente. Leasé, unas cuantas horas del día dedicadas al trabajo y a sus viajes correspondientes. De niño jugador de fútbol amateur y nadador eventual. Durante la adolescencia, jugador de fútbol amateur siete días a la semana. Desde los dieciocho hasta los treinta, jugador de fútbol amateur una o dos veces por semana, y nadador ocasionalmente. Cada par de años, un par de meses de gimnasio. Leasé, voluntarioso en el deporte hasta cierta edad. Nunca pude encontrar la motivación para superar los tres meses. Después de los treinta, se hizo todo cuesta arriba. Dolores constantes de rodilla y tobillo lesionados por los malos movimientos en cemento, hicieron que prácticamente deje de hacer deporte durante casi cinco años. Hoy, con treinta y siete, hace casi dos años que estoy entrenando en un gimnasio bajo los principios DNS (Dynamic Neuromuscular Stabilization). De alguna manera me llegaron las ganas por querer mejorar la salud (me dieron mal unos cuantos resultados clínicos). Algo había que hacer para empezar a mejorar la vida cotidiana, y también pensar un poco a futuro. Mi grupo social cercano tiene historias bastante similares a esta, e imagino que no debe ser muy lejana a muchas historias de personas de clase media. Describo esto solo para tomar un ejemplo de un posible alumno suyo, su cotidiano, posibilidades, y elecciones.

Generalizar no brinda respuestas correctas siempre, pero una generalización probablemente muy cercana a la realidad es que la mayor parte de las personas adultas pasan por el pensamiento “entrenar o no entrenar hoy”. Esto es en el mejor de los casos, que es cuando son personas que entrenan, porque sabemos que hay muchas personas, muchas, que no entrenan hace años. Porque “no tengo tiempo”, porque “el mes que viene”, porque “no me dan los horarios”, porque “es lejos de casa”. Porque… ¿por qué?. Ahí está el desafío, revisar el día a día, poner nuestra vida en la balanza, y repartir de nuevo las actividades. Entrenar es bueno para la salud, para el cuerpo, para la mente. Nadie dice “el ejercicio es malo para vos, no lo hagas”. Quizás habrá que adaptar el entrenamiento para adecuarlo a necesidades puntuales, pero sabemos que movernos es algo bueno. No hay discusión. Nos hace bien a la cabeza, y al cuerpo. Entonces, como potencial alumno, la pregunta es: ¿cómo hago para que el entrenamiento sea parte de mi cotidiano?

Para el dueño o dueña de algún box de CrossFit, un gimnasio, un estudio de Yoga o Pilates, acá está el desafío entonces: ¿cómo incentivo a quienes vienen a mi espacio a que sigan yendo? ¿Cómo hago que quienes pasen por la puerta quieran sumarse? ¿Cómo hacer que tengan ganas de ir hasta los días de lluvia? CrossFit hizo un clic en lo motivacional, con su cultura de equipo. Un box, al determinado tiempo de juntar a un grupo de personas que hasta hace poco no se conocían, los convierte en familia. Apoyo, empuje, motivación. Motivación, palabra clave. Cada box con su librito, qué funciona y qué no, pero haciendo base en hacer sentir parte a todos. Pilates y Yoga hicieron el clic desde la salud, y lo espiritual. Pilares fundamentales en la vida,

Puede funcionar recordar el por qué hacemos lo que hacemos, hacer sentir cuáles son los logros a los cuales se llegan con algunas semanas de entrenamiento o sesiones. Hacer notar los cambios físicos. Pero quizás está bueno también que el entrenamiento, sea un recreo de la vida cotidiana. De las obligaciones. Salir de casa, limpiar la cabeza, entrenar, divertirnos. Música, motivación, alguna charla entre ejercicios. Hacer que el entrenamiento sea parte necesaria de nuestra vida.

Esta nota existe como intento de detonante. Pensar cómo mejorar nuestro espacio para que más personas quieran entrenar con nosotros. Y para los que aún buscan tiempo y espacio para entrenar, que sepan que quizás es solo barajar de nuevo las horas, y recordar que siempre se puede. Siempre, solo hay que tomar la decisión.