Suena el despertador. Es temprano, pero el hábito formado hace años hizo que levantarse a esa hora sea automático. Ducha para refrescar, ordenar la cabeza, terminar de despertarse. Empezás a pensar en el día, las primeras horas y sus actividades. Los compromisos que tomaste, y todo lo que tenés que hacer sí o sí a la tarde. Te pesa un poco, estás trabajando en una actividad que no te llena. Te alcanza para pagar las cuentas, sí, pero todos los días te parecen una copia del anterior. Despertarse, ducha, desayuno, trabajo, almuerzo, trabajo, compras, casa. Entrenar si llegás, cocinar algo (que tampoco lleve mucho tiempo de hacer, que sea nutritivo, y rico… o al menos una de esas tres cosas), y finalmente a la cama. Dormir, y a empezar de nuevo. Eso es todo lo que pensás en la ducha. El día todavía no arrancó.

Cuando no estás entusiasmado con tus días, y ese sentimiento se repite durante la semana, de alguna forma lo sentís, y te empieza a molestar. Cuando se extiende a meses, la molestia es más grande, y se te hace difícil y cuesta arriba el cotidiano. Y si los meses se convierten en años… basta. Hay que cambiar algo.

La situación es: tenés un trabajo remunerado, en blanco, no es el mejor trabajo del mundo ni el mejor pago, pero tampoco es el peor. Llegas a fin de mes, justo, pero llegás. Poder decir eso, hoy en día, es mucho. Lo sabés y te pesa, la seguridad mata a los sueños. Y hacés algo que no te apasiona, pero no es terrible tampoco. Es un trabajo, nada más, y nada menos. Pero vos tenés otros intereses. Proyectos, ganas de hacer algo distinto. Probablemente esté conectado con una pasión, eso que querés hacer por el resto de tu vida. Entrenas hace años, te sentís cómodo en un gimnasio, en un box de Crossfit, en un club. Hacés yoga, o pilates. Te gusta ir a la pile, jugar al fútbol, al paddle. Te gusta el deporte, y sentís que todo fluye cuando estás en esos espacios. Querés sentir eso a diario. Seguiste tu camino de deportista amateur a entrenador, y acá estás, intentando mantener tu cotidiano al mismo tiempo que tu proyecto independiente. Querés abrir tu propio espacio. ¿Cuándo es el momento adecuado? No terminás de definir el cómo y el cuándo. No es tan fácil renunciar a la seguridad del sueldo fijo, ¿no? Hay muchas variables que podemos nombrar, y todas son relevantes. Atrás de cada historia, hay motivos diferentes que hacen que el momento de dar el salto sea distinto al del vecino. 

Hace un tiempo se te ocurrió una idea para desarrollar en tus tiempos libres (que no son muchos), y de a poco va tomando forma. Ya tiene nombre, logo, colores, redes sociales activas. Nicho de negocio, algunos alumnos, y futuros interesados. A medida que van pasando los meses, te das cuenta que si te dedicas más, puede crecer mucho. Pero necesitas tiempo, y es algo que no te sobra. Entonces, ¿cómo podés hacer? En principio, el orden y la agenda son tus amigos. Aprovechar al máximo tus días, sin descuidar tu cuerpo, tu descanso, tus relaciones. Planificar y tener objetivos concretos, medibles, pueden ayudar a crecer de a pasitos. Una o dos tareas por día, realizables, y cumplir. Todo ítem ya hecho, es un paso más cerca de la meta. El problema es que para que funcione el proyecto, tenés que dedicar más de lo que podés dedicarle hoy en día. Entonces además de planificar y cumplir con la planificación, una posibilidad de crecimiento es conseguir personas que te ayuden y dediquen parte de su tiempo libre. Ahí tenemos otro ítem a analizar, cómo asociar a una persona al proyecto o de qué forma se puede lograr el intercambio. Se puede preguntar qué prefiere, o se puede ir con una propuesta. No es fácil sumar personas, pero a veces es la mejor forma de hacer que un proyecto crezca.  

En lo que respecta al dinero, algo que facilita la tranquilidad económica al menos por un principio, es hacer el mayor esfuerzo posible para tratar de sostener el trabajo fijo, hasta que realmente sea muy necesario soltar. Una situación ideal sería lograr trabajar part time. Sea en el lugar donde uno está trabajando, o salir a conseguir otro trabajo, reservar la mitad del día para tu proyecto, mientras la otra mitad te brinda un colchón económico, puede ser la diferencia entre sostener la vida cotidiana o no. En algún momento vas a tener que tirarte a la pile, pero por un tiempo mantener ambas actividades es posible. Por otro lado, depender de tu emprendimiento al cien porciento desde el principio, es ponerle una presión que no es positiva, porque además de hacerlo crecer con una estructura firme, le vas a estar pidiendo resultar rentable. Las dos cosas, al mismo tiempo y desde el comienzo, son difíciles de lograr. 

Hay formas, teorías, pasos a seguir. Pero el momento de dar el salto lo siente cada uno. No hay una fórmula que garantice el éxito. Nuestros pequeños consejos desde Crossfy Blog son: mantener el orden, la agenda, hacer con pasión, pensar bien los pasos a seguir, rodearse de personas que saben más que uno. Leer, prepararse, no presionarse. Trabajar. Y saltar cuando realmente sientan que la respuesta a la pregunta “¿qué voy a hacer mañana?” sea durante muchos días siempre la misma. Mañana voy a saltar.